Sopa de sesos, divina tragedia.
Divina Tragedia
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miércoles, enero 26, 2005
Política de empresa
Se aflojó el nudo de la corbata.
-Joder, teneis que entenderlo. Es demasiado stress, no puedo aguantar una semana más con tanta presión...
-No es necesario que te refieras a mi en plural.
-A la empresa me refiero, todo esto es una mierda...
-Los beneficios han subido este mes, otra vez. Tu sueldo también lo hará.
-¡Me da igual joder! No puedo seguir trabajando aquí. Pase lo del horario exclusivamente nocturno. Pase lo de los extraños trabajitos para gente supuestamente de confianza. Pase las horas extras... pero estoy cansado de las explicaciones ante los tribunales, estoy cansado de tener que estar tapando agujeros una semana sí y otra también. Estoy hasta las pelotas de jugar a ser el abogado del diablo, y viendo lo que he visto que se hace aquí...
-Pues vete.
-Eso es lo que voy a hacer.
-Ahí tienes la puerta, nadie te creerá.
Acalorado Simth se levantó y recogió su maletín, mientras salia del enorme despacho murmuró:
-Monstruos.
-Encontraremos a otro, siempre lo hacemos.- le gritó.
Vlad se levantó de su silla se sirvió una copa y tranquilamente encendio un puro. Mientras miraba las calles de la Gran Manzana desde su ventanal penso para sí mismo:
-Nueva York es un gran sitio para nosotros.
Y se bebió de un trago su copa de sangre.

d.c.r.
 
domingo, enero 23, 2005
Otra cosa no pero en la vida hay que ser constante (y van 4)

"Cagoento. mih añoh de circo me ayudaranh en mi crusada"


 
jueves, enero 20, 2005
En este concurso nadie quiere ganar el premio


Pero el Papa va en cabeza.
Linkito gracias a
NORNA.

d.c.r.
 
Blanco (Guest Star: Criadillas)
Puedo llegar a jurar que ese día fue el comienzo de todo.

La vida, a los trece años, puede ser bastante puta si las condiciones no son precisamente las idoneas.

Y pesar 80 kilos, tener gafas, aparato dental y ser ligeramente estrábico, no mejora las cosas precisamente.

Pero aquel día nada de eso importó. Al menos tras el momento preciso...

Era enero. Uno de esos días de enero nevado en los que absolutamente todo a tu alrededor es de un blanco níveo, impoluto, brillante, casi de plata... perfecto.

Uno de esos días en los que sales a la calle embutido en dos camisetas, pantalones gruesos, botas, una camisa, un jersey de lana, un plumas, una bufanda, guantes y gorro, y andas con dificultad, pero reconfortado al sentir que ni un ápice de frío atraviesa tu coraza, aunque el ambiente sea gélido ahí fuera.

Al llegar a la parada del autobús que todas las mañanas me llevaba al instituto, me senté brevemente en un banco cercano; y digo brevemente porque no tardé en darme cuenta que estaba congelado por completo.

De nuevo de pie, y con un ligero fastidio, manipulé la ropa que cubría mi muñeca hasta lograr desenterrar el reloj que yacía debajo.

Llegaba con diez minutos de antelación.

Recuerdo que suspiré, y me propuse entretenerme mirando el horizonte, a las montañas blancas que me miraban cercanas, con toda su arrogante magnificencia, haciendome ver que yo no era más que un insecto para ellas.

La idea me deprimió bastante, y acabé por olvidar lo que tenía delante, y entretenerme intentando hacer anillos de vaho con el vapor que salía de mi boca, como si del humo de un cigarro se tratase.

No había absolutamente nadie a mi alrededor, y los únicos sonidos que llegaban a mis oidos eran los del viento, o el de mi respiración.

Absolutamente nada más. Por eso amo el invierno. Y cualquier otra época del año me hace sentir como un pez fuera del agua.

Odio profundamente el verano. El calor asfixiante, la sensación de sequedad en la garganta, el sudor y el mal holor que desprenden los cuerpos... y esos días que parecen eternos.... las noches cortas....

El sonido del autobús escolar me hizo salir de mis pensamientos, y al girar la cabeza lo ví asomarse de entre los árboles, por la carretera que cruza el bosque en dirección al centro del pueblo.

Esperé a que llegara junto a mí y se detuviera.

Mi corazón comenzó a latir con potencia... como cada día, siempre en ese momento.

Nada más abrir la puerta, el conductor (un calvo con bigote y cara de poquísimos amigos) farfulló algo así como "pasaya,quehaceunfríodecojones".

Tampoco le presté mucha atención. Jamás se la presto.

Subí los escalones y llegué al pasillo interior del autobús, ya atestado casi al máximo de chicos de mi edad, a los cuales conocía a la mayoría, para mi desgracia.

Lo primero que sentí fue un fuerte golpe de calor (el autobús iba con la calefacción a tope) seguido de una algarabía de voces que atronó en mi cabeza.

Lo segundo fue un fuerte golpe en la nuca.

Me dí la vuelta y vi que Luis me había lanzado una bola de papel envuelta en celo, muy dura.

No le dije nada, ya estaba acostumbrado, sino que me senté rápidamente en uno de los pocos asientos de la izquierda que quedaban libres, al lado de la ventana, y me abroché el cinturón de seguridad, como siempre.

Apreté los puños a la vez que miré hacia el exterior.

El autobús arrancó de nuevo y siguió el camino que todavía quedaba para la siguiente parada; la parada en la que subiría Lucía...

Yo me concentré en el paisaje de fuera. Los árboles pasaban rápidamente a mi lado, y si dejaba los ojos fijos en un punto indeterminado, una maraña marrón-verdosa comenzaba a danzar frente a mis ojos, haciendo formas abstractas, sin sentido.... pero de una belleza aplastante.

De pronto los árboles desaparecieron, y un manto blanco se deplego ante mí, como si la nada hubiese devorado abruptamente el bosque.

No eran más que un remedo de huertos, pero con la suficiente imaginación, a los trece años eres capaz de ver muchísimas más cosas...

Inconscientemente me dí cuenta que la radio del autobús dejaba escapar, por entre el sonido de las voces de los demás chicos, una preciosa canción lenta de piano, tipo años cincuenta, y cantada por una mujer. Parecía negra.

Seguí con la vista hacia fuera y me aferré a la canción como si de una tabla de herrumbrosa madera, en medio del océano, se tratara...

Deseché el resto de sonidos por completo y me concentré, ahora, en el cielo. Estaba nublado, pero no un nublado gris oscuro, no. Un nublado azulado, con tonos casi blancos, y el resto ligeramente gris...

Cuando logré salir hacia afuera, de nuevo, descubrí que a mi lado se había sentado alguien.

Ni me había dado cuenta de la parada. Ya no deberíamos tardar en llegar.

Me giré un poco y logré ver a Lucía, a mi lado.

Y me quedé paralizado.

No exagero si digo que es la chica más bella que jamás he visto en toda mi vida. Y ya no soy ningún jovencito, precisamente.

Poseía una mirada de ojos negros tal que hacía que cualquier persona hiciese cualquier cosa, tan sólo por complacerla.

Unas facciones redondas, con boca pequeña pero de labios carnosos, con una nariz sublimemente perfecta, y un pelo oscuro hasta la altura de los hombros.

Todo en ella era perfecta. Y ella lo sabía.

Y yo también.

Y la razón por la cual se había sentado conmigo era porque no quedaba ningún asiento libre aparte del de mi lado, como siempre.

Pero los motivos me daban igual.

Ella estaba junto a mí, y con eso yo ya tenía suficiente.

La miraba hablar con una de sus mejores amigas, cuyo nombre, francamente, ya no recuerdo, y yo la observaba ensimismado, haciendo desaparecer con mi mente el resto de chavales que tenía a mi alrededor, y colocándonos, a ella y a mí, en medio de la nieve. En medio de la nada. Sólos.

Fue un buen momento, y la canción del piano seguía sonando, aunque ahora la mujer ya no cantaba, y unos violines estaban haciendo acto de presencia...

Y sonreí.

Todo a mi alrededor comenzó a temblar, pero a mí me daba completamente lo mismo. Nada me sacaría de mi paraiso personal.

Las mochilas y abrigos guardados en las baldas de encima de los asientos cayeron sobre las cabezas de algunos chicos, y el autobús se llenó de gritos.

Pero yo no eschuché nada.

El bosque de detrás de la ventanilla había resurgido de nuevo, y los árboles se acercaron a toda velocidad hacia nosotros.

Todo quedó en silencio mientras el autobús comenzó a inclinarse hacia la derecha, haciendo que los chicos se aplastasen unos contra otros contra las ventanas.

Mi cuerpo se aplastó contra el cinturón de seguridad, pero yo no aparté la vista del exterior, viendo cómo las copas de los árboles se alzaban a mi lado, como si quisieran tocarme.

El autobús se puso a dos ruedas durante unos segundos, mientras todos los objetos del interior flotaban lentamente hacia el lado contrario de donde yo estaba. Yo hubiese seguido su trayectoria, pero el cinturón aguantó.

Aunque en ese momento me daba todo igual.

La pared derecha del autobús se aplastó definitivamente contra el suelo, de nuevo, en completo silencio, y entonces decenas de cuerpos saltaron de sus asientos...

Alcé lentamente la vista y vi flotar en el aire durante unas décimas de segundo a todos mis compañeros.

Les envidié por un instante.

Acto seguido sus cuerpos se estamparon unos contra otros, y se rompieron para siempre.

Las ventanas estallaron, dejando esparcidos por la carretera los cuerpos y las mochilas de algunos de ellos.

El vehículo resbaló por el suelo durante varios metros, haciendo saltar una enorme nube de chispas, pese al hielo y la nieve que cubría todo.

Volví a girarme hacia la ventana, impasible, y ví que el cielo había desaparecido, y que ahora no se veía más que ramas de árboles.

Y todo se detuvo. Aunque en ningún momento tuve la sensación de que nada se moviera.

La canción del piano seguía, aunque el ruido de estática la estropeaba lo suficiente como para tener que eliminarla de mis oidos, y comenzar yo a tararearla mentalmente.

La quietud lo dominaba todo, de nuevo.

Giré la cabeza hacia mi izquierda y me encontré con la sorpresa que me cambió la vida.

Ví que Lucía continuaba a mi lado, sentada en el asiento contiguo, con los ojos cerrados y el cuello en una posición imposible.

Había sido lo sifucientemente lista como para abrocharse el cinturón de seguridad.

Como yo.

Sonreí como nunca, y sentí que mi corazón iba a salir de mi cuerpo.

Yo jamás me fijo en chicas estúpidas. Sabía que Lucia era especial. No era como los demás.

Todos estaban amontonados, unos sobre otros, sangrantes, informes.


Pero ella se había quedado conmigo.

Y supe que jamás en mi vida conseguiría querer tanto a una persona como en ese momento.

Y durante muchísimo tiempo continué colgado en mi asiento, sobre el manto de cadáveres, moviendo las piernas levemente al son de la canción.

Criadillas.
 
viernes, enero 14, 2005
Necrópolis (3)


-Mmmmm
Linda miró de reojo la expresión del médico.
-¿Y bien?
-Hombre, esta todo en su sitio. Bueno casi todo.
-Falta algo.
-Exacto, y lo creas o no es sorprendente, sé de gente que vive sin cerebro pero vamos es el primer caso que tengo de una persona sin corazón.
-No es usted el primero que me dice eso.
-Supongo, ya la he visto en la tele.
-¿Y un transplante? ¿Podría solicitar un transplante? No me importan las listas de espera tengo todo el tiempo del mundo.
-Pues es que volvemos al mismo tema, un transplante sería algo complejo, me refiero a que es algo que por lo general se realiza a los vivos.
-Joder, que yo estoy viva.
-Pero mirelo de este modo, tenemos a gente que necesita de ese servicio por razones de vida o muerte, no creo que vieran con buenos ojos que usted les robara la plaza.
Linda bufó, empezaba a estar harta de toda aquella murga.
-Hombre -continuó el médico- si le sirve de consuelo, exceptuando eso por lo demás está usted sanísima.
-Muchas gracias- dijo sin mirarle a la cara mientras recojía su abrigo. El médico, ajeno a ella, continuaba ojeando las radiografias y los papeles que tenía desparramados por la consulta.
-Pulmones, bazo, arterias, ningún problema óseo, ningún problema de colesterol, la verdad es que se nota que se cuida...
-Adios - farfulló ella en la puerta.
-Le enviare la factura a casa.
Linda cerró la puerta.
-Que te la page un vivo, cabrón.

d.c.r.
 
martes, enero 11, 2005
PL*XI*GLS (Tebeofílias)



Siempre me he preguntado si el lector compulsivo de Spiderman se siente identificado con ese engendro rojo, de traje ajustado, que combate contra cosas tan bizarras como la Dinamo Carmesí.

Y luego te encuentras que cosas como "Pl*xi*gls" cuento extraño y de nombre impronunciable que aterra por extraño a los Marvelianos de pro.

En "Pl*xi*gls" Jali(José ángel Labari) crea un mundo pequeño y particular.
Eso sí, cuenta una historia tremendamente manida; El primer amor (y posiblemente el primer desengaño).

Pero...

... cuando el protagonista es un hombre-nevera, cuando vive en una extraña casa coronada por tres chimeneas, cuando convive con un hombre-wc (fumador compulsivo) y un hombre-televisor (que solo sabe mirarse al espejo y recitar refranes), cuando el principal elemento del escenario son dos montañas que se acercan para besarse por las noches, cuando aparece un niño-yogur con fecha de caducidad para su vida, cuando el único alivio del protagonista es confiar en un extraño gremio de sabios...

...cuando el lector descubre todo esto se da cuenta de que la obra "tiene algo" especial. He leido en su contra (después de leer el comic, antes no sabía nada de el) que se recrea en exceso en las escenas, que es más visual y menos redonda, que su historia es infantil y preadolescente. Como siempre a mi estas opiniones me pasan alegremente por el forro testicular. Me parece un tebeo ligero y precioso. Como el astronauta que arranca estrellas del cielo para desenterrar su nave.

O el espejo en la pared, "De mudanzas" decía la tele...



d.c.r.

 
viernes, enero 07, 2005
Batman actua de nuevo
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Las víctimas del accidente luchaban agónicamente por salir del coche antes de quemarse vivas.
Batman llego justo a tiempo para tratar de sofocar las llamas, agarró el primer recipiente que encontró por allí.
Comenzó a verter el liquído sobre el pequeño infierno.
Un policía le dijo:
-Esto se ha acabado...
Batman contemplo la lata de gasolina que tenía en las manos.
-...o acaba de empezar. - farfullo lamentando no ser más observador.

d.c.r.
 
miércoles, enero 05, 2005
Muere un dios
Will eisner se nos fue el 3 de enero a la edad de 87 años.

Revolucionario en el mundo del cómic, la historieta nunca hubiera sido tal y como la conocemos de no ser por su talento e imaginación.

Una vida para contar historias y aún sobrepasados los 80 el hombre seguía dando caña. Un GENIO, y el creador del inmortal "The Spirit", el antiheroe continuamente apalizado del antifaz, traje y sombrero.



Bye Spirit.

d.c.r.
 
Chucho Sombra es tu amigo, alimentalo como alimentarías a un tumor.
Yo el francés a nivel usuario.

"¡¡Más de 100 posts viviendo del (y para el) cuento!!"

Contacto y amenazas de muerte a: halacondios2@gmail.com

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- Perseguir imposibles da sentido a la existencia

Personas han perdido tiempo de su vida útil aquí.


D.C.R. : Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.