No pudo evitar sollozar cuando me lo confesó todo; Las cicatrices en el cuerpo, los moratones, los huesos rotos y las marcas que la hebilla dejaba en su espalda. Todo era un gran secreto que se cobijaba bajo la ropa de invierno. "En la cara no", suena tópico pero es verdad. Tartamudeaba mientras escupía blasmefias sobre la persona que le había robado el sueño a base de puñetazos. Rompió a llorar de impotencia, y yo no pude evitarlo. La besé. No por deseo. Lo hice porque quería tragarme todo el odio. Librarla de la carga. La besé y me tragué sus gritos. Se me llenaron los pulmones y el estómago de ruido. Se dejo besar y se vació en mí. Devoré la furia. Y al separarnos respiró aliviada.
Aquella noche no pude dormir y tumbado en la cama, temblando, comenzó a sangrarme la nariz, los chillidos rebotaban dentro de mí, oía el eco de los golpes secos y las cicatrices empezaban a crecer hacía la superficie.
Pero nada de eso importaba, porque esa noche ella, liberada de su secreto, por una vez pudo dormir feliz.
Al oir esto el Dragón se giró, y calcinó de un bufido a todo el pueblo que se había reunido para contemplar la ofrenda.
No era muy coqueta.
Y no era por el hecho de que tuviese serpientes en lugar de pelo, era porque los espejos, por alguna extraña razón, le daban mal rollo.
Nieve
Se quedó dos horas sentado, absorto, mirando la nieve. Era la primera vez en su vida que veía un televisor.
Numeración
Siete hombres llegaron al mismo tiempo a una isla desierta de seis metros cuadrados, cinco de ellos se odiaban y se mataron en lucha, cuatro días de duras discusiones y tres noches durmiendo con un ojo abierto tardaron los doshombres que quedaban en descubrir que aquel terreno solo podía pertenecer auno.
Carta de un preso
Estoy aquí por tratar de asesinar a una persona. A mí. Salió mal y no pude levar a bien mi propósito. En mi pais el suicidio está condenado con la pena capital. El juez lo consideró tan paradójico que sorprendentemente me condeno a vida. Eso fue en 1906. Esto es un coñazo.
"¿Falta mucho?"
Le preguntó a su chofer. Y lo inesperado de la pregunta propició que, entre gritos del conductor, el coche fúnebre perdiera el control y cayera ladera abajo.
D.C.R. :
Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.