Sopa de sesos, divina tragedia.
Divina Tragedia
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domingo, abril 30, 2006
Dame un minuto


En Las Vegas ha sucedido algo extraño con la poca fauna animal que aún puebla las calles.
Las luces de la ciudad han eliminado toda concepción real del paso de los días. Es difícil diferenciar el día de la noche y la mañana de la tarde.
Los pájaros se muestran confusos y no es extraño oirlos cantar los buenos días bien empezada la hora de las brujas.
En Las Vegas el tiempo es relativo y el cerebro de los animales aún no sabe diferenciar el paso del mismo, y ni siquiera lo grave de trinar cuando no deben.
Los hombres, tampoco.


Aferrado a la esquina de la mesa aquel hombre contemplaba como la ruleta se llevaba sus últimas ilusiones al anidarse la bola en el número que no era.
Una tarde entera era todo lo que necesitaba para quedarse sin nada.

O una mañana.

Tratando de recobrar la compostura fue invitado a abandonar la zona de juego, solo pudo replicar entre sudores:
-Dame un minuto.


En ese mismo momento, o quizás antes, se le ocurrió una idea.

La taquillera que ofrecía el cambio de fichas se mostraba confusa, en la historia del casino se habían realizado apuestas extrañas pero en aquel momento ese hombre le estaba ofreciendo algo que no sabía si era correcto.
Tras una llamada, el jefe de la mesa en la que estaba jugando aquel hombre se personó y escuchó la propuesta.
Dudó unos instantes y avisó al supervisor de la sala.
El supervisor de la sala no supo que decir y llamó a uno de los propietarios de la planta.
El propietario de la planta escuchó y decidió que en este caso lo mejor sería hablar con el dueño del casino.
El dueño del casino que era un hombre muy ocupado recibió en persona al caballero y mantuvo con él una larga charla.
El hombre pretendía apostar un minuto en la mesa de juego.
El propietario del casino que, como ya se ha mencionado, era una persona muy atareada sabía perfectamente que el tiempo era oro y tras meditarlo aceptó, previa firma de un contrato, que aquel hombre apostará con tiempo en vez de dinero.
Pero llegó a la conclusión de que un minuto era algo escaso como primera apuesta y que debía de elevar el tiempo a apostar en la ruleta. Pudiendo de ahí en adelante apostar todo el tiempo que él creyera necesario y conveniente.
El propietario de la planta fue informado por teléfono, el supervisor de la sala acompañó al hombre y al llegar a la taquilla informó al jefe de mesa y a su vez a una sorprendida taquillera.

Poco después el hombre volvia a la mesa de juego.

Si alguien hubiese preguntado a las personas que estaban presentes aquel día, habría obtenido todo tipo de descripciones sobre el caballero que jugaba sin parar a la ruleta: Unos habrían señalado que era un hombre joven de aspecto nervioso mientras que otros habrían visto a un anciano de pelo canoso irrascible e incluso algunos asegurarían que era un niño el que dominaba las apuestas en la ruleta.

Pero sí hubo algo realmente indiscriptible esa mañana, o quizás esa noche, fue la cara de terror del empleado que se encargaba de girar la ruleta. En especial en el momento que la bola lanzada por su propia mano cayó en el número que no era y aquel octogenario se derrumbó al verlo.

Los médicos informaron que aquel hombre viejo había sufrido un paro cardiaco.

El jefe de la mesa se lo dijo al supervisor de planta, este telefoneó al propietario de la sala y a continuación infomó en persona al dueño del casino.

Todos aseguraron que era una autentica desgracia y volvieron a sus asuntos, que como todo el mundo sabe, el tiempo es oro, y en Las Vegas además, es relativo.

d.c.r.


 
Chucho Sombra es tu amigo, alimentalo como alimentarías a un tumor.
Yo el francés a nivel usuario.

"¡¡Más de 100 posts viviendo del (y para el) cuento!!"

Contacto y amenazas de muerte a: halacondios2@gmail.com

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- Perseguir imposibles da sentido a la existencia

Personas han perdido tiempo de su vida útil aquí.


D.C.R. : Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.