Cazando humo

Cuando se ponia nervioso se convertia en humo.
Pero no era como uno de esos personajes de tebeo, no era un don, era más bien una putada.
Y una extraña reacción química.
Otras personas tartamudean o se ponen coloradas, él no, el se convertía en humo directamente.
El proceso era curioso;
Lo empezaba a notar por dentro, primero sentía unas punzadas en el estómago, luego todos sus órganos internos empezaban a evaporarse poco a poco. Era una sensación extraña, como si se estuvieran vaciando desde dentro como si se deshiciera.
Después llegaban los huesos, se iban deshaciendo en hilillos de humo una vez que todo órgano blando había desaparecido del interior.
Y por último la piel y el pelo.
Y luego solo quedaba humo, mucho humo.
Era un proceso curioso de observar, puesto que como los globos oculares y la boca se disolvían antes en el aire que la estructura ósea de la cabeza, uno tenía la sensación de estar viendo a una especie de esqueleto ardiendo por dentro.
Aunque todo esto solo duraba unos pocos segundos.
Era un humo de nicotina, de tabaco, no un humo negro y denso.
Al día siguiente de la transformación se despertaba en su cama desnudo, sin saber como había llegado hasta ahí (aunque suponía que filtrandose por debajo de la puerta o a traves de los agujeros de la persiana). De todos modos para evitar el despertar en cualquier sitio extraño siempre dejaba la ventana de su habitación abierta a la hora de salir.
Pero bueno, esto solo le ocurría cuando se ponía nervioso.
Siendo pequeño, aún un infante, un niñato trató de propinarle un puñetazo en el recreo a raiz de un sabediosque, dicho chico se vió a si mismo golpeando al aire donde antes estaba la atemorizada cara de su tan odiado compañero de pupitre.
Segundos antes de perder la virginidad por completo tuvo el detalle de dejar a una chica, desnuda abierta de piernas y rodeada de humo en un hotelucho del centro preguntándose si lo candente de la situación habría desembocado en provocar a su compañero una combustión interna.
Cuando se examinó del carnet de conducir dejó tirado al tutor, al examinador y a otro alumno pendiente de examinarse en medio de la autopista a punto de sufrir un accidente. Los otros vehículos advertidos por la humareda tuvieron el detalle de llamar a los bomberos.
Pero bueno, eran meras anécdotas, con el tiempo había aprendido a controlar sus nervios y en la actualidad era realmente difícil que se evaporase de repente. Sabía controlarse.
Esa tarde la estaba pasando con su amigo Ignacio, aguantadole las penas en un bar.
Ignacio llevaba días sumido en una depresión enorme, "Mi matrimonio se va a la mierda" le comentaba en la pausa entre copa y copa.
Mientras él escuchaba atentamente Ignacio no dejaba de augurar que el divorcio estaba proximo, quejandose al fondo del vaso proclamaba que no se había acostado con su mujer en meses.
La verdad es que eso era algo que él ya sabía antes de que Ignacio lo confesase.
Le decía que ella se había convertido en una desconocida, que apenas dejaba que la tocase, que todo se marchita y balbuceaba todos esos pensamientos deshilachados de la gente que comienza a descubrir lo puñetero de la vida.
Entonces llegó ella, sabía que su marido pasaba las horas en el bar, y a Ignacio le sorprendió casi tanto verla como a él. Pero él permaneció callado. Se sentó con ellos, se la veía nerviosa.
-Ignacio - dijo ella sin siquiera saludar- Estoy embarazada.
En ese momento, saltó la alarma de incendios.
d.c.r.