Ayer maté un mono
Ayer maté un mono.
Y no me vengais con el rollo de los derechos de los animales.
No conociais a este mono. Se lo merecía. Era un auténtico cabrón.
Llevaba meses pidiéndolo, siguiendome a todas partes, tratando de amargarme la vida por completo. Estaba a punto de volverme loco.
Un día desperté y estaba ahí, en mi habitación, mirandome sin decir una palabra.
Me seguía a todas partes, al trabajo, camino a casa, en mis salidas nocturnas, en mis paseos por el parque...
A veces se me subía a la cabeza y comenzaba a desparasitarme.
A veces me mordía los tobillos.
A veces me rascaba tan fuerte en el cuero cabelludo que estaba seguro que acabaría perforandome el hueso.
Nadie me pregunto nunca por el.
Cuando me echaba a dormir metía una peluda y sucia mano por mi oreja y manejaba los hilos que coordinan mis sueños. Me hacía recordar cosas que no quería y a personas que juré olvidar.
Ni siquiera me abandonaba en mis momentos más íntimos, suena vergonzoso pero al final me pude acostumbrar a masturbarme en su presencia.
Y notaba como me miraba cuando lo hacía, supongo que se preguntaría si estaba pensando en el.
Jodido cabrón acaparador.
Pero lo de ayer fue demasiado.
Por fin la conocí a ella.
Era bellísima, y estaba allí erguida y solitaria, inconsciente de su candidez.
Tenía que presentarme.
Pero...
... cuando me lancé a hablar con ella el mono se pusó a chillar. Tan alto que no podía ni oir mi propia voz, tan fuerte que me sangraban los oidos. Tan agudo que se rasgaron espejos, copas y cristales.
Eso era demasiado, aquel pequeño hijo de puta no había articulado palabra hasta ese momento.
Le retorcí el cuello; Su cabeza giró 360 grados y un extraño sonido similar a una rueca adorno tan dantesco espectáculo, sus ojos se inyectaron en sangre y su chillido infernal se apagó bruscamente.
Tenía que haberlo hecho mucho antes.
Siempre había creido que lo echaría de menos, pero no es así.
Ayer maté un mono y conocí a alguien muy importante.
d.c.r.