En el 61, en la Galleria Pescetto de Albisola Marina a Piero Manzoni se le ocurrió exponer enlatadas y envasadas sus propias defecaciones.
Cada lata tiene una preciosa etiqueta en la que se puede leer "Mierda de artista, contenido neto 30 gramos, conservada al natural, producida y enlatada en el mayo de 1961".
Tan conocida "obra de arte" era tanto una crítica al carácter de reliquia que se le otorga a cualquier cosa que produzca un artista como un curioso experimento con lógico ánimo de lucro.
Cada una de las 90 latas tenía un precio. Precio que fijó el mismo artista. Y que no era ni más ni menos que el precio del oro.
Vender mierda a precio de oro. Cinísmo enlatado y camuflado de arte. Nunca me dejará de hacer gracia. Manzoni vivió poco, pero se planteó más casos similares. Hubo exposiciones de comida marcada con su huella digital, y por tanto aperitivo sacro como obra de arte que era. Hubo peanas a las que podías subirte y convertirte en la obra del artista.
Hubo en general mucha crítica a lo que es o lo que no es el arte como tal.
Y también hubo peleas por ver las latas, objetos de culto. El artista se salía con la suya.
La cuestión es que me he reido, y mucho, cuando revisando los archivos de [esta extraña publicación web] localicé el siguiente texto:
Durante la inauguración de la Séptima Muestra de Arte Subvencionado de Madrid, treinta latas de Mierda de Artista (1961) fueron abiertas, untadas sobre pan de molde, y servidas a los invitados como canapés, por un incomprensible error del servicio de catering contratado para la ocasión.
Tal coña, pese a tener poco de verosimil y mucho de choteo gamberro ha provocado en mi un tremendo regocijo.
Tan solo imaginarme a una fila de modernos gafapastas discutiendo sobre la levedad del ser mientras devoran ensimismados canapes de la más selecta mierda de artista es suficiente para aplaudir al escritor de la noticia.
Pero no solo eso, sino que además me imaginaría a Manzoni dandosé cabezazos en su tumba contra la tapa del ataud, desconojandose de risa.
D.C.R. :
Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.