Se despertó repentinamente, bañado en sudor frío. Miró el reloj, y decidió ignorar el timbre del teléfono, dándose la vuelta en la cama. El teléfono seguía sonando, así que soltó una imprecación y alargó la mano hacia él... ¿Quién coño llama a las ocho de la mañana un sábado?
- ¿Cómo está el campeón esta mañana?
Zavi estaba enfadado. Desde que era el mejor en su categoría, todo el mundo tenía derecho a molestarle, hasta a esas horas de la mañana; sin embargo, él no tenía derecho a dormir una noche sin sufrir la puta pesadilla de siempre. Dentro de dos días era la gran final, y debía ir a pista para la puesta a punto y una última carrera.
Se levantó y fue a ducharse. Se miró en el espejo y se sonrió, pensando en esa final. Quizá no haya ganado siempre en velocidad, pero en puntos le faltaba muy poco para obtener el récord absoluto. Entonces, le pareció ver en el espejo los ojos; esos ojos grandes, grises y fríos, y esos labios que se abrían hasta llenarse con la palabra que le atormentaba en sueños. Se metió en la ducha y se obligó a pensar en la carrera.
Su bólido le esperaba en el box. Un monstruo negro, aerodinámico, de tres carburadores, dobles faros traseros y delanteros, amenazantes. Su compañero de fama.
Las calles parecían encogerse al paso de la bestia metálica y su rugido. Aún así, Zavi pensó que ese día no tenía suerte. Hasta que divisó, a lo lejos, un objeto que botaba y una pequeña sombra que se abalanzaba hacia él, en medio de la carretera.
Aceleró.
La pelota rebotó en el asfalto y salió disparada. El golpe desestabilizó el coche, y Zavi aminoró. Ya tenía el récord, sin embargo, no se sentía contento, si no enfermo.
Contraviniendo la norma más importante, paró y bajó del coche. Un tumulto de gente rodeaba el lugar donde se encontraba el cuerpo inerte. La cara del corredor se puso blanca cuando la vio acercarse con el cadáver del pequeño en los brazos. Joven, pálida, de cabello largo, negro, cayéndole en cascada, ojos grises, fríos, boca llena.
- Muriel, ¿qué haces? No te acerques
Muriel. Zavi repitió su nombre. Ella se acercó hasta quedar frente a él, con la sola separación del cuerpo sin vida del niño. Le escupió en la cara para, acto seguido, darse la vuelta y marcharse.
Esa noche, Zavi no durmió, ni la noche siguiente.
El día de la final, todos los corredores estaban nerviosos, excitados, menos él, al que el cansancio y las ojeras le cubrían el rostro. Su coche seguía perfecto y devoraba kilómetros; pero Zavi estaba en otro lugar, tan lejos que casi se le echó encima cuando la vio aparecer delante de él, a pocos metros.
Muriel
Sin pensarlo, dio un volantazo para esquivarla y, al tiempo que frenaba, perdió el control, golpeándose la cabeza con el cristal tras dar varias vueltas de campana. Negro.
Abrió los ojos y recorrió la habitación del hospital. Muriel estaba a su lado, lo miraba con curiosidad. No dijo nada, solo se levantó y se dirigió a la puerta.
- ¡Espera! Tengo que decírtelo, yo no soy un asesino
La joven se giró y posó sus ojos en él, con desprecio.
"The Racer", usease, "el corredor" xD un cuento de Ib Melchior
El caso es que tengo que admitir que la relación entre Zavi y Muriel tiene un algo.. resulta como atrayente, no sé. Tampoco digo que la historia me disguste, pero otras tienen más fuerza xD
D.C.R. :
Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.