-El clavo de la izquierda está suelto. El otro hombre se quitó el casco, se limpió el polvo que se le pegaba junto con el sudor a la cara y contempló el supuesto fallo señalado. -Pues casi ni se nota. -Va a ceder te lo digo yo. -Oye ¿Quien es aquí el experto? -Solo te digo que quedaría bastante chapucero si se soltase, y a la larga sería también incomodo a efectos prácticos, la verdad. -¿Y que quieres que haga? -Pues coje la escalera, sube y ajustalo. Volviendose a poner el casco, bufó. -Si es que se creen que lo saben todo- murmuraba mientras bajaba por el camino en busca de la escalera. Volvió minutos más tarde con la escalera, se encaramó a ella martillo en mano, y pese a las dificultades y a la considerable altura, apañó como pudo la obra. -¿Contento? -Está mejor, más firme, esto... ya que estas aquí ¿podías hacerme un favor y aflojarme la corona de espinas? Se me está clavando una en un ojo.
D.C.R. :
Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.