Suspiró, como quien va a realizar un duro esfuerzo y es consciente de ello, y respondió:
-Lo que quiero es que algún día alguien se meta sin avisar en tu sueño. Y que al levantarte descubras que no puedes hacer nada por sacarlo de la cabeza. Que en realidad no te corresponda como tú quieres. Que apenas sepa que tan siquiera existes. Que te arranques la piel mil veces y te zurzas el corazón dos mil. Que te sea tan profunda esa sensación de angustia que te tiemblen los mismos huesos. Que se cuele dentro, muy dentro de tí hasta fondo del mismo alma. Que cada palabra suya te baile en la cabeza cientos veces como una mosca molesta, como un eco que no se apaga. Que con solo verle pierdas todo atisbo de coherencia. Que desaparezca tu voz y grites con rabia por dentro cada vez que abandonas la dignidad. Que sea parte de tí cada día, cada hora y cada minuto sin él tan siquiera saberlo. Que le llegues a odiar por amarlo. Que te refugies en cualquier rincón y el techo caiga sobre tí. Que no aspires a encontrar tu sitio si él no forma parte del mismo. Que te humilles. Que te preguntes como lo hace sin hacer nada. Que sufras. Que no alcances a comprender que hilos ha tocado. Que llores sangre. Que explotes por las noches y pierdas las mañanas buscando cada pedazo. Que tu vida se retuerza hasta romperse. Que no puedas sacarlo nunca de dentro. Que te tortures hasta el dolor... Eso, todo eso, deseo.
D.C.R. :
Ha decidido que la vida es más trágica sin caperucitas ni lobos y pretende perderse de nuevo en el bosque a robar cestas a desorientadas niñas, o niñas a confiadas cestas.